Langdon no estaba tan seguro. La empuñadura no formaba la cruz latina característica del cristianismo, más larga que ancha, sino la llamada griega, en la que los cuatro brazos tenían la misma longitud, y que precedía a la cristiana en nada menos que mil quinientos años. Ese tipo de cruz carecía de todas las connotaciones de crucifixión asociadas a la latina, ideada por los romanos como instrumento de tortura. A Langdon nunca dejaba de sorprenderle el escaso número de cristianos que, al contemplar «el crucifijo», eran conscientes de la historia violenta de aquel símbolo, que se manifestaba hasta en su propio nombre; «cruz» y «crucifijo» eran derivaciones del verbo latín cruciare, torturar.
El Codigo Da Vinci, Capitulo 33
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